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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Operation Sea Wolf - El Libro / Entrega 3




2-



La lluvia llevó alivio a la ciudad cuyo cemento hervía. Randale miraba desde la altura de la ventana de la habitación, como el agua caía sobre los techos de los vehículos. Miles de líneas rápidas que se sucedían una tras otra para alcanzar veloces el suelo. Recordó el camino que las trazadoras marcan en la oscuridad.
La habitación tenía una mesa redonda y dos sillas bastante cómodas donde eventualmente se podía trabajar. Binder había puesto sobre ella una cantidad de papeles que Randale había estado mirando sin decidir aún que hacer.
En principio, el acuerdo de subir a revisar la documentación que tenía enfrente se basaba en un pago efectivo de diez mil dólares que Binder le tiró por la cabeza abajo en el lobby, luego de revelarle el motivo del contacto.
Allí abajo, Binder había sacado un sobre rectangular del bolsillo. El papel era perlado y tenía un gramaje importante. Iba cerrado por uno de los lados más cortos.
Se lo pasó al irlandés a través de la mesa y lo dejó frente a él. Randale lo abrió sin dejar de prestar atención al hombre de ojos claros y sonrisa fácil. Echó mano al sobre y dio una ojeada al interior. Asomó mínimamente tres billetes al azar para ver y tocar.
- ¿Perdón?
- Aunque sea acepte revisar la documentación. Esos serían sus honorarios. Los archivos están arriba, en mi habitación.
Y Randale entró en el juego. Manso… Inocente.
- Binder ¿Quién lo banca? - Cerró el sobre, lo apoyó sobre el vidrio de la mesa y lo deslizó devolviéndolo.
- Que importa eso - Retrucó sin dejar de sonreír - Como dicen los yanquis “just bussines” mi amigo.
- No soy su amigo y ésta situación empieza a rayarme. No lo tome a mal pero… No lo conozco, aparece manejándose como si fuésemos íntimos, saca un plumero de verdes para hipnotizarme… Usted no me necesita a mí. Usted necesita un explorador de la National Geographic.
- Necesito a alguien que sepa defenderse, en caso de que “alguien” pretenda no permitirme llegar a donde quiero.
Lo dijo serio y frío. Randale ya había visto una muestra de eso. Le clavó la mirada al irlandés, manos sobre los apoyabrazos, piernas separadas, cuerpo hacia adelante. El hombre atacaba.
- Necesito a alguien que accione la cola de un disparador sin dudar. Y usted “Irlandés”, tiene buena experiencia en eso.
Importante par de datos revelados que pertenecían a lo más privado y particular, secreto podía decirse, de su vida.
Definitivamente a Randale se le estaban volando los pájaros. Cabían dos posibilidades: que “El Toro” hubiese hablado de más, cosa que Randale dudaba, o que alguien le haya vendido información a este payaso. Que él supiera, no existía un legajo suyo en ninguna parte. Aunque había que empezar a reconsiderar esa cuestión.
- Lo que acabo de escuchar me irrita y me preocupa.
- Sí, es entendible.
- ¿Entonces?
- Entonces que los… “inversores” para los que trabajo creen en una aproximación frontal, coercitiva, yo creo más en las asociaciones colaborativas.
Randale se quedó callado evaluando la situación. Si se paraba y se iba, tenía la sensación de que iba a ser mucho más perjudicial que si trataba de resolver ahora mismo la situación. De todas formas, ninguna de las dos le conformaba.
- ¿Quién le habló de mí?
- Un par de personas. Lo tienen en alta estima por lo que entendí.
- ¿Y cómo sabe que no le mintieron?
Sonrió seguro de lo que tenía en la mano.
- Es gente seria, usted lo sabe, y hay pruebas que demuestran su capacidad. ¿Creyó que armando una fachada legal, pagando sus impuestos y llevando una vida discreta puede desentenderse de su pasado? Está completamente equivocado. Claro que entiendo - continuó después de ver que Randale lo observaba en silencio - la decisión de volver e instalarse aquí. Este país es un manto de niebla, cualquier cosa se puede ocultar debajo de él. Ya lo hicieron otros antes. Desde 1945 en adelante; siempre hubo un amigo dispuesto a dar una mano.
Subió un punto más el nivel de intimidad de la charla. Le habló confidente, casi en un susurro; esto ya se parecía a la danza que el macho hace alrededor de la hembra previo a copular feroces para prolongar la especie.
- A ver Randale, esto es simple. Usted acepta un trabajo por el que va a cobrar muy buenos dividendos. Hace lo que sabe, teniendo un ojo atento a cualquier complicación, y cada uno sigue por su lado. Y lo más importante: nadie le refriega una carpeta con información en la cara. Como le dije, “just bussines”.
- Y tengo que creer que la mención a cierta información sobre mi pasado va a ser olvidada automáticamente…
- “Vivir y dejar vivir” es el lema. No somos chantajistas baratos mi amigo, no nos dedicamos a eso. Eventualmente, en caso de tomarla contra usted o cualquier otro, es más fácil “cortarlo” o hacer que su propia gente le caiga encima.
Ahora Binder empezaba a utilizar vocabulario específico. En la jerga que pertenecía a los servicios de inteligencia, “cortar” significaba matar, lisa y llanamente. Con lo otro se refería a complicar la situación con alguna causa armada de la que difícilmente uno saliera entero.
- Podemos decir que estoy apretado entonces…
- No, no, no - exclamó entre preocupado y ofendido el otro - No me mal interprete. El dato que dejé caer me lo pusieron en la mano por si era necesario. Insisto, yo creo en el consenso. Acepte el trabajo… Por favor; va a ser mejor para ambas partes ¿no lo ve así?
No había mucho para elegir. Si se iba por la puerta y le daba la espalda a Binder ahora, no sabía que le podía caer encima después. Si aceptaba la oferta, en cambio, siempre podría devolver el golpe si la cosa se complicaba. Él también contaba con recursos para neutralizar al tipo sin mancharse las manos. El problema más serio vendría después, con quienes aparecieran detrás de él…

Y así fue como se embolsó de nuevo el sobre y aceptó subir a la habitación con Binder.
Los papeles y carpetas que había sobre la mesa pertenecían a archivos diversos, todos antiguos y redactados en lenguaje muy técnico y con expresiones que denotaban haber sido escritos en otros tiempos. Había papeles escritos en alemán, en inglés, en portugués y en italiano.
Algunos llevaban la marca de agua del águila con alas extendidas, llevando entre sus garras la corona de hojas de roble que contenía la cruz gamada. Otros mostraban un círculo con la leyenda “Fascismo e Libertá”, enmarcando un fasces romano, una especie de mazo de grueso tronco que llevaba adosado una hoja de hacha. Era uno de los distintivos del régimen de Mussolini en la Italia de la Segunda Guerra.
- Esta es parte de la documentación que nos trajo a entender que lo que buscamos está aquí en el sur.
- Y que sería…
- En lo que a usted concierne solo una caja. Una caja que debe estar metida en un compartimento en la quilla del submarino hundido.
- Para empezar a ponerle un poco de orden a todo esto. Primero y fundamental ¿Tiene la ubicación exacta de lo que busca o solo suposiciones?
- Tengo el dato que durante años mal interpretaron quienes intentaron localizarlo hasta ahora y tengo la respuesta a ese error. No conozco la ubicación exacta, pero sé dónde buscar.
- ¿Alguna idea de a qué profundidad está?
- No más allá de los treinta o cuarenta metros.
- Treinta es una cosa y cuarenta otra.
- Me refiero a que no está perdido en las profundidades. La nave no se hundió por accidente. La hundió la tripulación luego de evacuarla. Hay constancias muy precisas de ello.
- Quiere decir que voluntariamente eligieron un lugar cerca de la costa, desde donde la tripulación se pudo poner a salvo y, a la vez, depositar el submarino eligiendo también el lugar donde se hundiría.
- Así es.
- ¿Cuándo fue eso?
- Agosto, septiembre de 1945.
- Hay documentación en el Museo de Submarinos de Mar del Plata respecto a eso. Hubo mucho revuelo con varios avistajes que se produjeron en la zona ¿Sabía eso?
- Sí. Como también sé que en 1998 la Armada montó un operativo del que participaron un rastreador, un par de aviones de la escuadrilla de operaciones anti submarinas y cantidad de buzos, pero o no encontraron nada o se lo callaron. De todas formas, no hubo comunicación oficial sobre el resultado de la búsqueda.
- Concretamente ¿Con qué información cuenta usted que pueda ser de utilidad y certificada?
- El servicio secreto de la marina alemana, el Abwehr, lanzó un plan de evacuación cuando supieron que la guerra estaba perdida. La marina tenía bases de submarinos tanto en Noruega como en Francia. Las noruegas eran más difíciles de utilizar por el clima; pero cuando Francia fue recuperada por los aliados, no les quedó otra que volver allí.
- Aunque haya sido por poco tiempo.
- Correcto. Ahí es donde empezaron a ejecutar el operativo que tenían guardado. Éste consistía en reunir una flotilla de submarinos en la base que aún tenían funcionando en Noruega. Éstos serían cargados con documentación, materiales y personas y se despacharían con la intención de llegar a las costas patagónicas argentinas. Aparentemente unos once se reunieron y solo dos llegaron a la altura de Mar del Plata. Aunque las constataciones que hay del caso fueron deliberadamente manipuladas.
- ¿Para qué?
- No es el “para que” lo que importa sino el “por qué”. La Marina de Guerra Argentina pretendía quedarse con los navíos y con la tripulación para aprovechar el material y la información para el desarrollo de su propia fuerza. Obviamente que la presión de los aliados impidió eso. Pero no se sabe si antes de entregar lo que entregaron no se “perdieron” cosas.
- ¿Por ejemplo?
- Gente, armas, dinero, documentos… Se cree que, primero, no eran dos sino tres los submarinos que llegaron en esa ocasión. El U-530 y el U-977 pudieron estar acompañados de un tercer navío. Mientras los dos primeros se rendían, el tercero se fugaba con lo que los otros dos pudieron aportarle. Éste es el que buscamos.
- Pero para estas alturas, en caso de encontrar los restos, no creo que haya nada en muy buen estado de recuperación después de casi setenta años ¿Sabe lo que el mar hace con las cosas que se engulle?
- Lo que nos interesa, seguramente fue embalado cuidando las particularidades del caso.
- Aun no entiendo una cosa ¿Qué sabe o tiene usted de diferente que no tuvieron las expediciones anteriores, las que fracasaron?
- La interpretación correcta de las señales que refirió la tripulación al marcar el lugar de desembarco.
A Randale no pareció hacerle efecto la revelación. Se limitó a un sonoro “Mmm…” y a una fruncida de trompa.
- Es una cuestión de interpretación más que de traducción. Creemos que se interpretó mal una palabra al marcar el lugar donde la tripulación abandonó la nave.
- Notable. Y dígame una cosa… ¿Habrá alguien más acorde con quien pueda hablar de manera más… técnica respecto al tema?
Binder sonrió y se restregó las manos.
- ¿Significa eso que acepta el trabajo, entonces?
- No lo festeje. No tengo mucha opción y tampoco me da la impresión de que con eso me salgo del brete. Pero por ahora es lo único que tengo.
- ¡Excelente, excelente! - se acercó a Randale y le tomó la diestra entre sus manos estrechando un apretón - Le garantizo personalmente que acaba de cerrar un trato formal en el que no se mezclarán cuestiones personales con cuestiones profesionales. Cualquier cuestión que pueda parecerle coercitiva queda fuera de toda discusión. Insisto, se lo garantizo personalmente.
- Ok lo tomo como única garantía.
- Excelente. Ahora los detalles. Por donde quiere empezar ¿Honorarios, logística, equipos?
- Condiciones.
- ¿Por ejemplo?
- Tengo mi equipo de trabajo. No trabajo con nadie más que con ellos.
- Entiendo. No tengo objeción en ello. Solo voy a exigirle que le haga lugar a alguien de mi confianza para que esté a su lado.
- No hay lugar para principiantes, créame. Y no los tolero bajo ningún punto de vista.
- No es principiante ni amateur. Se trata de un profesional en el campo de la arqueología submarina. Buzo y científico.
- ¿Y qué espera que haga con él si las cosas se ponen calientes? ¿O acaso no arrancó haciendo esa salvedad?
- No me importa el detalle. Mientras cumpla con la parte que le toca, si se convierte en un “daño colateral” no es mi problema ni el suyo.
- Ya veo… Y según usted es necesario incluirlo.
- Indispensable. Es quien colaborará con la ubicación y certificará que lo que buscamos sea auténtico.
- Mierda… - Masculló el irlandés por lo bajo.
- No se queje hombre. Piense que ni siquiera le impugné a su gente ¿De cuántos hablamos?
- Dos colaboradores.
- ¿Dos? ¿Nada más? ¡Pensé que hablábamos de una banda de diez o quince tipos! No hay problema hombre ¿Qué más?
- ¿De qué hablamos en cuanto a tiempos? ¿Dónde está su experto? ¿Cuándo pretende hacerlo? ¿Cuándo podemos empezar? Todavía no hablamos de honorarios. Creo que vamos a estar un largo rato ocupándonos de detalles.
- Seguro. Pero por partes. La idea es montar la operación en este momento. A partir de ahora y en el menor tiempo de ejecución posible. Estamos en una época del año favorable. Buen clima y movimiento de gente. Cualquier cosa que hagamos estará dentro de un tránsito de turistas que van y vuelven de sus vacaciones. Nos plegaremos a esa corriente que nos ayudará a pasar desapercibidos. Recuerde que quiero discreción en todo momento y bajo toda circunstancia. Y quiero poner en marcha la operación ahora mismo.
- Estoy de acuerdo. Además prefiero evitar meterme al agua en el sur después de abril.
- Bien. Por mi parte estoy en condiciones de resolver dos puntos en este mismo momento. El primero, sus honorarios ¿Cómo se maneja?
- El valor real del trabajo dividido en dos partes. El treinta por ciento depositado como cualquier pago en una cuenta local, para poder justificar impuestos y facturación. El setenta restante en una cuenta en el extranjero con todas las garantías del caso.
- Hecho ¿Qué más?
- El pago es limpio en concepto de honorarios profesionales. No gasto un centavo en nada que insuma recursos por movilidad, equipos, personal, traslados o cualquier otra erogación que aparezca.
- Entiendo. Los costos corren por mi cuenta. Hecho.
- Si necesito equipo adicional, lo provee usted. Después se ve quien se lo queda.
- De acuerdo.
- Ahora solo resta ponerse de acuerdo en el número.
- Pues piénselo mientras le presento a quien va a acompañarlo.
- ¿Está aquí?
- Un piso más abajo. Ya vuelvo.

Y entonces Randale se dedicó a prestarle atención a un par de detalles importantes de los que debía ocuparse.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Operation Sea Wolf - El Libro / Entrega 2





1-



Originalmente el nombre era John Randale (se pronuncia “randeil”) y era argentino, nacido en la Ciudad de Buenos Aires, pero como a los compañeros de colegio les resultaba ridículo, ellos lo llamaban Juan; a secas.
Y eso lo enojaba…
Así aprendió a convivir con su nombre original en su casa y con el otro fuera de ella. Pero siendo hijo de irlandeses, al menos por parte de padre, él tenía el convencimiento de que tenía derecho a llamarse y que lo llamen John. Y como casi nadie lo quiso entender debió aprender a agarrarse a trompadas desde chico. Y la elección dio sus frutos. Al poco tiempo entró a formar parte de una selecta cofradía que reunía a lo mejor de la Escuela Nro. 9 de Villa Ballester. Y aunque los años hubiesen pasado, y no de la mejor manera que le hubiese gustado, Randale o “El Irlandés” como también muchos aprendieron a llamarlo, se dedicó a transitar la vida con mucho de ese encabronamiento que de chico le generó el tema de su nombre.
Tipo frontal y de pocas pulgas éste irlandés nacido argentino que en esas primeras semanas de enero protestaba contra las adversidades que le tocaba afrontar. Fue por eso principalmente que cometió el error de seguirle la corriente al tipo que lo había llamado de parte de Finn “El Toro” O´Harey, un paisano que había conocido años atrás en Hamburgo y con quien había hecho buenas migas.
La gente como Randale no es fácil de convencer por teléfono, aun viniendo de parte de un conocido, y menos personalmente cuando no quiere entrar en razón. Pero este cabrón que lo llamaba tenía algo peculiar en su forma de manejar la palabra… Te enroscaba hábil y sin vergüenza.
- ¿Si? - Dijo Randale cuando atendió antes del cuarto pitido.
- ¿El señor John Randale? - La voz del otro lado del teléfono sonó sorpresiva. Si alguien quería congraciarse de entrada, lo mejor era arrancar llamándolo “John”. Pareciera como que quería agradarle el desconocido.
- ¿Quién lo busca?
- Lucius Binder. Tenemos un amigo en común, el señor O´Harey. Me dijo que podía llamarlo por una consulta.
- Sí, ubico a O´Harey ¿Por qué asunto es?
- Un trabajo de prospección. Bajo el agua. Me dijo que usted se dedica a eso.
Sí, entre otras cosas, Randale se dedicaba a prospecciones submarinas. Siempre y cuando las condiciones lo permitieran y el cliente aceptara pagar lo que él pedía.
- Es correcto pero por lo general no trato temas de trabajo por teléfono ¿Desde dónde me habla?
- Estoy en Buenos Aires. Alojado en el Microcentro ¿Éste teléfono al que lo estoy llamando es de Olivos, verdad?
No es que fuera un secreto saber que la característica 4794 correspondía a los alrededores de la Quinta Presidencial, pero que lo empiecen madrugando de esa forma, sumado al meloso “John”, ya lo puso de nalgas.
- Sí correcto. Y dígame una cosa señor Binder ¿tiene usted alguna referencia más concreta que la mención del nombre de O´Harey para verificar que él en persona lo recomienda? No me avisó nada ni estuve en contacto con él desde hace un tiempo.
- Si por supuesto, tengo una nota escrita de puño y letra. Algunas fotos también. No éramos íntimos pero tuve oportunidad de contratar sus servicios un par de veces… - Lo dijo como al pasar. De manera casual. Pero hubo un ínfimo detalle en la entonación que hizo que a Randale se le pararan los pelos de la nuca.
- Entiendo - Dijo cauteloso y sin dar lugar a mayor confianza - Hagamos lo siguiente, déjeme su teléfono o una forma de contactarlo y lo vuelvo a llamar. Necesito ver en qué momento podríamos encontrarnos.
- Me parece bien ¿toma nota?
Y así se hizo de una manera de ubicar al tipo. Y de paso se lo quitó de encima. Ahora él podría tomar la iniciativa y chequearle un par de datos antes de saber quién era y que quería.
Lo primero que hizo fue contactar al “Toro” O´Harey para pedirle referencias. En un mail conciso pero bastante extenso, “El Toro” le confirmó que él había hablado con Binder en Hamburgo antes de fin de año. Le comentó que viajaría a la Argentina en los próximos días y que necesitaba hacer una prospección en las aguas frente a las costas de un lugar en Rio Negro. Una estancia de buenas dimensiones que pertenecía a alguien relacionado a él, terminaba en el último tramo de tierras dentro de sus límites en ese sitio.
El tipo era alguna clase de asesor en planificación financiera vinculada a seguros; Randale jamás había oído hablar de eso pero entendía que en Europa desarrollaban ocupaciones que a veces tenían que ver con ciertas cuestiones particulares de sus economías o sus dinámicas sociales, muy distintas de las nuestras. “El Toro” tuvo el buen tino de pasarle un archivo con una foto junto a su respuesta. La cara que lo miró desde la pantalla de su computadora era la de un tipo de una edad indefinida en los cincuenta y pico. Poco pelo, mucha frente, rubio obvio, ojos claros, vivaces y una sonrisa sobradora, canchera. Era difícil decir que edad tenía con certeza. Pero se podía ver en general que la vida le había sonreído al tal Binder. No tenía traza de estresado.
Chequeó dos o tres cosas más y cuando estuvo conforme cerró la computadora y dejó para el día siguiente la devolución del llamado. Un trabajo como ese podía significar iniciar el año laboral con perspectivas más alentadoras que con las que contaba hasta ese momento.


*****


Del otro lado del mundo, en un cálido y bien arreglado piso frente al Drzewa Park, en Bergedorf, en las afueras de Hamburgo, un anónimo sujeto desconectaba la computadora portátil luego de enviar la respuesta a varias consultas que un tal Randale le hacía al pobre O´Harey.
El hombre envió a continuación un mensaje de texto que sería retransmitido a Binder en Buenos Aires avisando que la supuesta comunicación entre Randale y O´Harey ya se había hecho. Él no era O´Harey; se lo conocía como Barnes y jamás se cruzaría con Randale.
Barnes se calzó su abrigo, guardó sus pertenencias en el maletín y echó una mirada alrededor para cerciorarse de que todo quedaba en orden y nada mostraría su paso por el lugar. Cuando quedó conforme salió cerrando con la misma llave que había entrado.
Mientras él se disponía a regresar a su casa en Dover, Inglaterra, Finn “El Toro” O´Harey yacía frío y medio comido por los peces en el fondo de un lago de la Selva Negra alemana. Y John “El Irlandés” Randale jamás sabría eso.


*****


Hacía ya varios años que Randale elegía circular sin armas cuando la situación no lo exigía explícitamente.
Los chorros circulaban frente a los podridos servicios de “seguridad” nacionales con arsenales de guerra que serían la envidia de cualquier grupo paramilitar africano en aras de hacer un golpe, y nadie les hacía nada.
Ahora si a cualquier ciudadano normal, que por error creyera que tenía el derecho de protegerse, lo enganchaban con una .22 vieja y oxidada, se comía tantos garrones en los siguientes diez años que no le quedaban ganas ni de portar un gas pimienta.
Y ni que hablar si en defensa propia matabas a un caco. Mejor pedías asilo político en un país en serio.
Mientras tanto a diario, los noticieros se regodeaban mostrando cómo los delincuentes se tiroteaban a plena luz del día con la policía o mataban gente a diestra y siniestra sin que a nadie se le moviera ya un pelo. Encima algún candidato a presidente, pelotudo y trasnochado, salía a declarar que él se postulaba para traer “seguridad y tranquilidad”…
¿Qué pensaba… que lo esperábamos a él para que se cumplan esas necesidades?
¿Y todos los años que lleva en el gobierno en otras funciones distintas a la de presidente? ¿Por qué no hizo algo en todo ese tiempo…?

*****

Atravesó las puertas del hotel ubicado en la esquina de Maipú y Av. Córdoba dos días después del llamado de Binder. Se presentó en el mostrador y se anunció. Lo invitaron a tomar asiento luego de comunicarse con el huésped y avisarle que en unos momentos bajaría a encontrarse con él.
Se acomodaba en unos sillones del lobby cuando giró la vista por reflejo. Del ascensor venía un sujeto un poco excedido de peso, alto, vestido con traje azul, camisa blanca impecable y sin corbata. El poco cabello que tenía estaba bien acomodado. No usaba anillos ni nada exagerado a la vista, salvo un Rolex Oyster Perpetual Sea-Dweller 4000 en la muñeca izquierda.
Se acercó con la mano extendida y Randale se sintió un poco sorprendido ¿Cómo sabía que era él? Se paró por obligación y recibió a Binder.
- Señor Randale, un placer. Lucius Binder ¿Cómo está? Gracias por venir.
- No hay problema.
- Por favor - E indicó los sillones para sentarse. Se acomodó mientras buscaba a alguien de la plantilla de empleados para pedir algo de tomar.
Ordenaron sendas tónicas con hielo y limón; Randale nunca ingería alcohol cuando trataba cuestiones profesionales.
- La verdad le estoy muy agradecido por la rapidez de su respuesta.
- Tenía que resolver compromisos antes de vernos.
- Por supuesto, por supuesto…
- Bueno. Usted dirá en que puedo serle útil.
- Bien, sí. Verá, me dedico al asesoramiento acerca de planificación financiera e inversiones en el mercado de seguros. Atiendo demandas de clientes que buscan asegurar ciertos capitales a futuro, principalmente dirigidos a cubrir alguna necesidad puntual. Educación, retiro, renta, supervivencia… ¿Tiene usted seguro de vida, John?
Por una fracción de segundo lo miró por encima del vaso del que bebía y estuvo a punto de ir al cruce del avance que el otro hizo. Pero se reprimió. Quería constatar algo. Lo dejó pasar.
- No ahora. Lo tuve en otras épocas y ya lo rescaté…
- ¡Ah! - Dijo divertido Binder - Veo que domina la jerga.
- Simple información básica.
- Bueno como le decía, me dedico a resguardar capitales. Trato de sugerir colocar partidas en opciones que no sean muy osadas, todo lo contrario. Discreción, seguridad y lo esperable en función de mantener una línea y una buena imagen. Entonces cuando unos familiares de mi esposa me comentaron que tenían tierras aquí y querían ver la posibilidad de moverse de posición respecto a vender e invertir en algo distinto, levanté el guante.
- Interesante ¿Dónde tienen tierras?
- En Chubut. Es una estancia importante. Las últimas tierras están sobre la costa.
- Y usted… colabora, de alguna manera, viendo cómo hacer subir la cotización de esas tierras.
- Algo así. Y para eso, nos interesa saber que hay en las aguas frente a esas costas.
Randale puso cara de sorpresa. En verdad no entendía.
- No comprendo ¿En qué les afecta o qué interés tienen en lo que hay bajo el agua? Por más que sean tierras con propietario, la posesión se termina en la línea del agua. De hecho no debería el dueño tener injerencia hasta la línea de la playa. La propiedad debería terminar antes.
- Pues no es así. Los informes de agrimensión indican que las playas entran dentro de la propiedad.
- Bueno entonces, suponiendo que así sea, lo que hay bajo el agua, aun estando frente a tierras propias, no tiene nada que ver con la propiedad sobre terrenos. Lo que hay bajo la línea de la costa no tiene dueño. Ni acá ni en ningún lugar del mundo. Como mucho el dueño de lo que hay bajo las aguas de un país es propiedad intrínseca del mismo. Se llama soberanía.
Binder lo miraba alegre, con una sonrisa de oreja a oreja. Divertido.
- Todo se puede discutir, mi amigo.
“No soy tu amigo gringo. Y ya me está rompiendo las pelotas esta conversación” Pensó Randale, haciendo un esfuerzo para que no se note.
- En realidad no quiero reclamar nada. Ni hacer revuelo ni montar nada espectacular - Explicó el visitante adoptando un tono más privado. Su cara se tornó sombría de golpe. A Randale le sorprendió el cambio repentino. Pasó de una actitud confianzuda y dicharachera a un estado frío y cortante. Amenazador diría Randale.
Se quedaron mirándose uno al otro por un par de segundos. Cuando Binder se dio cuenta, volvió a cambiar con una facilidad pasmosa.
- Mi estimado John… - Dijo adoptando un tono amistoso, meloso - Che, podemos tutearnos ¿no?
Randale arqueó las cejas y se encogió de hombros.
- Si quiere hacerlo a mí no me molesta. Yo no lo hago. Cuestión de principios.
- Lo que pasa es que me parece que somos de la misma edad y… ¿Vos sos de acá de Buenos Aires? Yo de chico vivía en Martínez. Estudiaba en el pupilo del colegio Hölters en Cardales.
Golpe bajo y desestabilizador ¿No era alemán este gringo de mierda?
- Entendí que usted era de allá… - dijo Randale en referencia a Alemania.
- No, no, soy hijo de alemanes pero criado acá. En realidad para nosotros es lo mismo. Para los que viven allá no. Seguimos siendo “experimentos sudamericanos”.
- No le entiendo muy bien…
- Quiero decir que por más educación y costumbres que tengamos, los que nacimos fuera de Alemania para los alemanes nativos y residentes, somos “extranjeros”. No nos reciben bien.
Randale no supo que responder.
- Son más jodidos de lo que parecen… perdone la sinceridad pero, ya que me invita a la confianza… Dije lo que pensaba. Acá creemos que ustedes, como otras colectividades, mantienen como primordial la nacionalidad de sus padres antes que la nuestra.
- Si, no es tan así. La diferencia es la vertiente. Los pueblos de ascendencia latina o normanda son tal vez más así. Los sajones o los nórdicos son mucho más sectarios.
“Me perdí” pensó Randale “De qué carajos estamos hablando ahora ¡Qué pérdida de tiempo este muchacho!”
- Señor Binder, para concretar, ¿Cuál es la necesidad puntual que tiene para solicitar mis servicios? ¿Sabe usted a qué me dedico? ¿Sabe cómo manejo mis contratos, los costos, los honorarios? ¿Lo que implica una operación de buceo? ¿Tiene idea de algo relacionado? ¿Qué necesita específicamente?
Binder lo estudió un momento. Evidentemente había vuelto a cambiar de rol. Pero esta vez Randale sospechaba que no iba a volver al anterior, al del tipo simpático y entrador que quería pasar por porteño alemanizado o alemán porteñizado.
- Sí estoy al tanto de a qué se dedica y cómo lo hace - Lo dijo serio, tranquilo, mirándolo de frente sin quitarle la vista de encima - Se perfectamente cómo maneja su trabajo y estoy al tanto de lo que implica una operación de buceo. Créame.
Hizo una pausa, no se supo si para agregar dramatismo o para que Randale asimilara lo siguiente que iba a escuchar.
- John, el motivo por el cual lo contacté,- Su voz se tornó suave y su hablar pausado - es porque necesito que ubique un buque hundido del cual se debe rescatar un elemento.
Se inclinó hacia adelante en su asiento y su mirada se heló cuando le clavó la vista al irlandés.
- Necesito que encuentre un submarino alemán de la segunda guerra que fue ocultado, hundido, en algún punto de una porción de aguas territoriales argentinas.

Silencio profundo flotando entre los hombres mientras alrededor el mundo seguía su rutina en el lobby del hotel de Maipú y Av. Córdoba.