viernes, 1 de marzo de 2013

¿Qué Leías de Chico?

(Dedicado a quien no me deja perder la costumbre
... De seguir buscando libros y de seguir cuidando al niño que hay adentro)



Después de mucho tiempo estos días volví a un viejo pasatiempo: revolver puestos y cuevas de libros buscando ejemplares particulares.
Dos consignas deben cumplirse, una que sean usados la otra que sean viejos, es decir de larga data en su edición. Pueden ser de veinte o treinta o cuarenta años atrás, no es determinante una fecha fija. Sí lo es el hecho de que tienen que tener algún punto de contacto con mi historia. Tengo que haberlos leído, o no haber podido comprarlos en su momento o haberles querido echar mano y que se me hayan escapado.
Pero la pregunta obligada entonces es ¿qué libros son?  ¿qué leía siendo chico o adolescente? y ahí la cosa se clarifica; y aún más importante... ¿de dónde sale esa manía, esa pasión por los libros? en este punto es donde debo hacer un poco de historia. O mejor dicho, biografía.
Cuando era muy chico, tres o cuatro años, dicen que ya era un apasionado de la televisión. Corrían los años 66, 67, las series estaban a la orden del día y un elemento que semana a semana era infaltable en casa era la famosa TV Guia, el resumen semanal de toda la programación disponible en los canales de aire que contenía también notas, reportajes e información general relativa a la televisión y sus protagonistas.
Descubrí a hora temprana que si quería tener el control de cuando y donde estaban mis programas favoritos tenía que ser capaz de descifrar esa revista. El esfuerzo tuvo su lado positivo: con la inapreciable paciencia de la nonna no solo logré resolver el punto, de rebote aprendí a leer; no había cumplido los cinco años y ya era el asombro de toda la cuadra; ni que hablar de cuando entré al jardín de infantes y agarré un libro de cuentos adelante de las maestras...
Ahí comprendí que la lectura era el último vehículo que necesitaba para cortar mi dependencia de los grandes: ya no tenía que preguntarle a mi madre a que hora y en que canal empezaba "Lassie", yo lo sabía de antemano y copaba el uso de la tele antes que el resto en mi casa. Ese fue el punto de partida de todo.

El segundo paso lo dí aprovechando otra contrariedad. Por esa época, de manera regular los chicos ligábamos enfermedades de rutina que nos retenían en la cama al menos tres o cuatro días, una o dos veces al año. Ni me acuerdo cuales eran; solo exigiendo la memoria recuerdo paperas, sarampión, varicela, pero se que había otras. Además, a estas se sumaban las gripes y una que otra operación de amígdalas (carne crecida, le decían) entonces la pregunta era ¿cómo nos mantenían quietos casi una semana en casa y en cama? La primer respuesta era el televisor y se daba la primera cuestión mágica: lo sacaban del comedor y nos lo traían a la habitación. No podíamos pretender más nada. Tocábamos el cielo con las manos. El sueño del pibe: todo el día en la cama, sin ir al colegio y mirando la tele de manera ininterrumpida todo el santo día.

Hasta ahí todo bien; pero no contaron con que hasta la Televisión podía llegar a aburrirnos. Entonces llegó el primer incentivo.
Por lo general, para conseguir y comprar los medicamentos había que ir hasta alguna farmacia grande y eso significaba ir de mi casa, en Villa Progreso, hasta el centro comercial de San Martín en la calle Belgrano. Cada salida de mi madre iba con un pedido recurrente de mi parte "Traeme algo" era la forma de generar algo que distrajera mi atención y estuviera esperando el regreso. De esa forma el trato era regalo por toma de remedios. Al principio empezaron a llegar las primeras cajas de "Mis Ladrillos" de los cuales me haría adicto con el tiempo y acumularía una cantidad más que importante ("Rasti" era muy caro para nuestra economía) pero después a la nonna (cuando no) se le encendió la lamparita y empezó a hacerle dejar a "Pajarito", el diariero del barrio, otras revistas además del semanal y religioso "Anteojito" de cada jueves.
Mi cama se pobló de aventuras de "Batman", "Súperman", "El Llanero Solitario", "Roy Rogers"  y "Caza Submarina". No me daban los ojos para leer. Habían encontrado el método para tenerme quieto hasta tanto la fiebre o la enfermedad pudiera hacer su curso... y mi madre las cosas de la casa tranquila sin tener que partirse la garganta gritándome retos y ordenes.

El vírus estaba plantado y de ahí en más nunca me lo saqué de encima. El siguiente escalón fue ir por los clásicos: Verne y Salgari fueron los principales. Para colmo, encontré varias veces en la TV Guia ¡que muchos de los libros que leía tenían su correspondiente película! 
El doblete era feroz: Libros por un lado y Cine de Super Acción los sábados desde las 13 hasta las 20 horas por otro. Ya no hacía falta estar en cama para la excusa de leer. Cada noche antes de dormir era religión una media hora de lectura. Recuerdo, además de mis libros, un cajón de manzanas repleto de "Anteojitos" a los cuales pasaba revista una y otra vez, eligiendo preferentemente los más viejos que eran los que menos recordaba.
Todo lo que hasta aquí cuento ocurrió entre mis cinco y mis diez años.
Y así fue pasando la infancia hasta que de más grande, ya sexto y séptimo grado, empecé a incursionar en los libros de las grandes ligas: los de adultos.
Los dos primeros que leí de contrabando (los escondía en la parte de atrás del ropero de mi habitación) fueron "El Exorcista" y "Tiburón", ambos tomados de la biblioteca de los padres de mi amigo Martín Barracosa.
Todavía hoy me acuerdo el descalabro mental que me produjo el libro de Blatty a los once años. Muy duro. Pero sobreviví y seguí adelante.

Para cuando tenía catorce trabajaba y estudiaba. 
Segundo hito importante: ya no dependía de que me prestaran los libros y me pusieran censura. 
Ahora yo tenía libertad y autonomía para comprar lo que eligiera. 
La ceremonia del primer libro comprado con mi propio dinero tuvo lugar en un kiosko de Mitre y San Lorenzo, frente a la Plaza en San Martín, una tarde noche lluviosa de julio del 77 (¿pensaron que no lo recordaría?) 
"El Ojo del Tigre" de Wilbur Smith fue el título con el que inicié mi propia y particular colección.
¿Porqué ese título y no otro? Por que ese trataba de una historia en la que el dueño de un yate de pesca se enredaba con unos mafiosos que buscaban un tesoro en el fondo del mar. En un punto de la historia, los mafiosos desaparecen y el que se dedica al tesoro es el patrón del yate. Gran parte del libro transcurre buceando en las profundidades del Índico, frente a las costas de Mozambique: el buceo fue mi otra pasión irrefrenable desde que tengo uso de razón, y hasta hoy. 
Fue una experiencia inolvidable. Lo que pueden comprobar aquí por lo que estoy confesando.

Wilbur Smith me cautivó a tal punto que en los siguientes diez años no dejé de comprar y leer cada título que sacó. La primer trilogía de la historia de Sean Courtney es uno de los más altos exponentes de su producción ("Cuando Comen Los Leones", "Retumba El Trueno", "Muere El Gorrión") la perdí tiempo atrás y aún no he podido recuperarla. Son libros que no existen más (están discontinuados de las editoras) salvo en manos de coleccionistas que piden hasta trescientos pesos por cada ejemplar.
Ya llegará el momento.

Estando parado frente a enormes bateas llenas de libros me pregunté "¿Qué leíamos en aquella época?" y empecé a prestar atención a qué encontraba, qué títulos me resultaban conocidos, familiares. 
Y no ubiqué muchos, fue solo una recorrida de prueba. Volveré por más. Sí me ayudó a recordar muchos títulos que tenía borrados y que poco a poco fueron viniendo a la superficie desde lo profundo de la memoria... trataré de rastrear y ubicar los que pueda.

Entonces se me ocurrió escribir una reseña de algunos de aquellos libros que todavía conservo, e intentar transmitir el entusiasmo por su lectura. 
Tal vez algunos estén en sus bibliotecas, o se les dé por buscarlos, o los encuentran en algún lugar y se acuerdan de un servidor...
Para ello bajé de la estantería algunos que les voy a ir presentando aquí, para compartir lo que tengo y para abrir el apetito de quien se sienta curioso.
En la primer entrega hablaremos de Alistair McLean y un par de libros que se las traían.
Eso será próximo viernes 8.
Como siempre... Gracias por leer.

1 comentario:

  1. Y no debe perderse la costumbre... leeremos una media hora minimo antes de dormir, eso nos regala una hermosa sonrisa e infinidad de aventuras para nuestros sueños..........

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