martes, 24 de abril de 2012

Libros / Opinión - "Vivir y Dejar Morir" (1954)


Cuando uno avanza sobre el trabajo de Fleming, "Vivir y Dejar Morir" es su segundo libro, entiende con bastante claridad lo acotado que era como escritor. No obstante esto, sí debe otorgarsele el mérito de saber dosificar la acción y ser detallista agregando datos y comentarios que terminarían ilustrando al lector en un recorrido por el buen vivir y el gusto por los lujos excéntricos.
Fleming no se complicaba la vida escribiendo, por el contrario, para no perder de vista el goce de redactar se ciñó a una estructura literaria que respetó a conciencia hasta poco antes del final de su corta carrera como escritor. Una vez definida la fórmula, solo le restó cambiar y combinar diferentes ingredientes como antagonista, lugares y momentos, villanos, acompañantes femeninas, motivación criminal e imaginación malvada.
Tal como ocurriría años después con los filmes, Bond estaba predestinado desde su nacimiento a ser un producto controlado y previsible. Su padre literario al menos no le permitiría cobrar vuelo solo. Tampoco sus tutores cinematográficos. Hubo que recorrer casi cincuenta años para ver al buen James con nuevos bríos y sangre renovada.
Entonces... ¿Cuál es esta famosa fórmula? Básicamente todo inicia cuando algo le quita el sueño a M, el frío, cínico y distante almirante retirado que dirige el Servicio Secreto Británico y la mayor parte de la vida del Comandante Bond. M pone al tanto a Bond del problema. Bond va a donde le indican. Invariablemente allí se encuentra con quien a la postre será el villano y archienemigo. Este sujeto siempre tendrá a mano a una dama en apuros con quien lo unirá una relación enfermiza del tipo amor - odio. Por tanto esto, Bond esta condenado a salvarla.
Al iniciar la acción, Bond toma la iniciativa de ir sobre el villano. El primer round siempre queda a su favor. En el segundo, advertido ya el villano, evadirse no le va a ser tan fácil. Aquí entra la escapatoria por los pelos, luego de lo cual Bond reagrupa fuerzas y vuelve por el éxito. El villano lo atrapa y todo parece quedar perdido; ante su impotencia aquel no resiste a revelarle sus intenciones en total detalle, luego de lo cual lo condena a muerte: Por lo general, dolorosa y desagradable. Pero aquí es donde mente y cuerpo del experimentado agente se colocan por encima de lo normal y, aunque siempre mal herido, se sobrepone a la situación y termina venciendo al villano y salvando a la chica.
Es obvio que el estado físico deplorable en el que Bond queda después de esto amerita un tiempo de recuperación, siempre acompañado de la dama rescatada, lo cual justifica una pseudo luna de miel en la que la dama tiene oportunidad de agradecer debidamente el sacrificio del abnegado agente.
Y aquí se termina la historia. La continuidad y cierre definitivo, vendrá al comienzo de la siguiente asignación que encontrará al comandante de nuevo solo y repuesto, con el ego y la sexualidad recargados para afrontar  el nuevo desafío que le impondrá su jefe.
Hecha esta aclaración, podremos entrar a la historia y ver de que se trata.


Es interesante ver la visión que Fleming tiene como ingles del resto del mundo y cómo traslada a Bond esa visión. Recordemos que estamos ubicados a principios de los cincuenta en Europa; la Segunda Guerra Mundial acaba de terminar apenas unos años antes y el mundo esta bastante sensibilizado en muchos aspectos.
Bond vuela del Reino Unido a Estados Unidos y lo primero que registra al llegar es una sociedad americana impersonal, mecanizada, paranoica por la amenaza nuclear en mucha mayor medida que los europeos. El recorrido por los lugares que visita le muestra que esa paranoia está a flor de piel en los carteles que indican refugios y en los permanentes avisos que determinan que se puede y que no se puede hacer, todo en aras de la seguridad general.
Como contrapartida a esto, Bond se sorprende por el mecanismo consumista que intenta volver a poner a la sociedad en un ritmo de supuesta normalidad post guerra; Hitler y sus huestes nazis parecerían haber desaparecido, lo que nadie sabía era que Stalin y los suyos serían una pesadilla aún peor y de larga duración.
Es gracioso ver desde aquí cómo en ese momento la cultura inglesa creía ser abierta cuando en realidad las novelas de Fleming eran un decálogo racista. Bond prácticamente odia o no comprende a cualquier etnia que no sea sajona o normanda. Detesta a los italianos, no tiene piedad con búlgaros o checos y de hecho los rusos son el enemigo a batir. Para no perder la línea, en "Vivir..."los malos están encarnados en la piel de hombres de raza negra, con el agravante de asociarse con comunistas, que se dedican a cuanto negocio mal habido pueden controlar y administrar. En especial bares, prostitución y tugurios de dudosa moral que albergan todo tipo de ejemplares del sub mundo del crimen.
Fleming hace a este punto una pintura mas bien tétrica de lo que uno hubiese visto en Nueva York de haber viajado en aquel momento. Y las elecciones que hace (color, raza e ideología) terminan siendo de lo más provocador para la época, regida por conceptos pre claros de actitud occidental, liberal y cristiana.


Bond llega por primera vez a América por estos años posteriores al final de la Gran Guerra, a principios de los cincuenta, con la misión que M le encomendara referida a investigar la aparición de partes de un antiguo tesoro que data de la época de la piratería británica. En apariencia, el oro y joyas proveniente de esas arcas se utiliza para financiar actividades delictivas y de espionaje. 
Quien encabeza la organización que controla este embrollo es un tal Bonaparte Ignacio Gallia, particular exponente de raza negra conocido por la contracción de su nombre como Mr. BIG, mitad francés mitad haitiano, cuyo rasgo distintivo a la vista era una enfermedad crónica cardiovascular que hacía que su piel tuviera un eterno tinte grisáceo.  La leyenda decía, y hacía creer a las legiones de hombres y mujeres formados o no en la religión vudú, que Mr. Big no era otro que la encarnación del Barón Samedi, Príncipe de las Tinieblas en las culturas afro, que venía a comandar a las legiones de zombies que él mismo se encargaba de crear a partir de humanos débiles y distraídos que caían bajo su dominio.
Este particular, es el método por el cual el tal Big controla una vasta y extensa red de gente a disposición dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y el Caribe.
Lo cierto es que Bond va introduciéndose en un  mundo y una cultura ajena a él en absoluto, con la ventaja de la ignorancia en lo que a religión y sugestión respecta. Es este desconocimiento lo que le permite ver la cosa como son: Mr. Big es solo un hábil manipulador que dirige y administra la voluntad de gran parte de la población delictiva negra, basado en el efectivo método del miedo y la violencia. El recorrido de 007 queda sembrado de cadáveres por los sitios que va recorriendo.
Los anónimos colaboradores de Mr. Big surgen de cualquier lugar donde hombres y mujeres negros trabajen o desempeñen sus vidas. Camioneros, vagabundos, rateros, changarines de estación, mozos, guardas de tren, choferes o acomodadores de cine, conforman una endiablada pirámide en cuya cúspide está el omnipresente franco-haitiano.
A duras penas Bond logra sacudirse de encima la asfixiante e implacable persecución que lanzan sobre él. En algún momento del libro de verdad Fleming nos hace creer que esta gente controla los Estados Unidos. Están en todos lados y lo controlan casi todo. Pocos pueden moverse sin que Mr. Big controle sus movimientos. Desde aquí el autor nos muestra aristas del perfil de Bond que serán clásicas hacia adelante y que serán vinculantes entre él y su personaje.
Bond, como Fleming, es un conocedor y aficionado del mundo submarino. Claro que a diferencia del autor, el personaje tendrá características superlativas al respecto. Para la época en que Cousteau estaba perfeccionando el invento que revolucionaría la exploración subacuática (el equipo de respiración autónoma) era de esperar que sería Bond uno de los primeros humanos en dominar el arte del buceo con este equipo.
Ya veremos en varias historias posteriores cómo Bond echa mano de sus habilidades físicas para el submarinismo. De hecho en "Vivir..." el asalto a la guarida de Mr. Big es un ejemplo maravilloso.


Con todos estos ingredientes, quienes auguraron un futuro promisorio para el personaje no se equivocaron.
La saga de libros editados y las veintidós películas a la fecha dan prueba de ello.
Por mi parte opino que "Vivir..." es uno de los mejores libros de Fleming junto a "Operación Trueno" y "Dr. No", los tres ambientados en el entorno que mejor le sienta a un ingles oprimido por la fría y húmeda Londres, el Caribe cálido y de ensueño con playas de arena blanca y aguas transparentes donde echarse y relajarse después de salvar al mundo.

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