Las fotografías que incluyen texto pertenecen a la revista "Fotogramas" de España,
en su número 1.874 del mes de Diciembre del año 1999
Fue el último Bond del milenio que vio nacer (¿Y morir?) al personaje creado por Ian Fleming.
Fue un buen intento por devolver a 007 a los orígenes desde los cuales su padre literario lanzó a la fama al agente con licencia para matar.
Fue a mi entender, y mal que le pese a quien sea, el último James Bond verdadero, original, con garantías de marca y con respeto a la formula iniciada en "Dr. No", que supimos conocer.
Después de éste, ya lo dije en otra nota de este mismo blog, Bond ha muerto.
Último Tren a Londres...
En 1999 se estrenaba "El Mundo No Es Suficiente"; habiéndose agotado los libros originales y los cuentos que Fleming había escrito sobre el agente secreto, los productores se hallaban ante el dilema, ya desde "Goldeneye" no solo de crear nuevas aventuras y desafíos para él sino además de prepararlo para introducirlo en el nuevo milenio.
Los tiempos de Bond usando sombrero, nudos de corbata gruesos, cabello un tanto largo o haciendo proezas increíbles se habían acabado. La tendencia marcaba que un espía moderno estaba inmerso en un mundo diferente, marcado por la caída y desaparición de la Unión Soviética, el surgimiento de terroristas musulmanes y los conflictos abiertos pero circunscritos alrededor del mundo.
Entonces, primero en "Goldeneye" lo enfrentaron a un agente renegado que pretendía crear el caos económico friendo todos los circuitos electrónicos existentes en Inglaterra. Más tarde, en "El Mañana Nunca Muere", debió detener a un loco que, a falta de calamidades para comunicar, intenta generar una guerra entre China y Gran Bretaña.
Y a éste momento de fin de milenio, los villanos de "El Mundo No Basta" intentan inutilizar una enorme superficie del Bosforo para que la única forma de transportar petroleo de Oriente a Occidente sea a través de oleoductos propios que recorren las tierras de la antigua Media Luna Fértil.
Bond se despide del siglo que lo vio nacer de manera rimbombante, orgulloso, rampante como un Cid y campante hacia un nuevo milenio. Nada menos..
Pierce Brosnan, irlandes, nacido en mayo 16 de 1953, le puso el cuerpo a Bond en cuatro oportunidades.
La primera fue pasable, pero con mucho para mejorar, en 1995 cuando se presentó "Goldeneye"; la segunda, mucho más digna, sólida y bien traída, fue "El Mañana Nunca Muere" en 1997; la tercera es la que nos ocupa, sin dudas la expresión mejor lograda de su interpretación de Bond, no solo por su trabajo sino también por la historia mejor escrita y planteada, bien en las líneas de un Bond clásico tanto en acción como en conflicto y aventuras.
La cuarta, lamentablemente, es la típica película que todo actor tiene en su carrera de las denominadas "No tenias que filmarla".
De Bond hablando, cada actor que lo personificó tuvo la suya: Connery, "Los Diamantes...", Moore "En La Mira De Los Asesinos", Craig "Quantum Of Solace" y Brosnan "Otro Día Para Morir".
Si su participación en Bond hubiese acabado aquí, pasaba a la historia como el más equilibrado. Cosa que le ocurrió a Dalton, cuando luego de dos cintas bastante parejas se retiró y nadie tiene nada para reclamarle.




Bond viaja a Kazajistán, un país de la antigua Unión Soviética ubicado en el centro de Asia y por encima del Mar Cáspio para iniciar su pista pegándose a Elektra para protegerla y a la vez esperar a que Renard se presente y así poder atraparlo. Pero las cosas no salen como se esperan. Bond falla (¡Qué pasó!) y el malo escapa. Y no solo eso... en el camino descubre que al parecer es víctima de una mejicaneada; los buenos no son tan buenos y los malos son muy malos. Alguien le esta tomando el pelo y haciendo cosas a sus espaldas.
Para colmo de males todo se complica y se acelera cuando M, perseguida por la culpa de malas decisiones tomadas en el pasado que impactaron en la pobre Elektra, decide salir de Inglaterra para hacerse presente en el lugar de la acción a pedido de la mujer que señala a Bond como inoperante.
Las consecuencias son terribles: cuando se caen las máscaras y cada cual revela su juego, M es hecha prisionera, Bond es sacado del juego y el Estrecho de Estambul está a punto de convertirse en un cementerio nuclear que impedirá por décadas ser transitado.

El último Bond del milenio puede citarse como correcto. Es la culminación de un proceso iniciado cincuenta años atrás y que, con altos y bajos, se ha mantenido equilibrado a lo largo del camino, ha sido parejo, prolijo.
Lamentablemente, dieciocho años después de aquel diciembre del estreno de "El Mundo...", hoy
vemos que el concepto ya no existe, se resignificó a medida de los tiempos que corren y su esencia se trocó en algo más acorde a lo que el mundo consume hoy. Otros tiempos, otros gustos, y lo que es fundamental y determinante, otras mentes, otras gentes... Ciertas convenciones, ciertos parámetros, ciertos valores, hoy ya no perduran como antaño. Lo que cinco décadas atrás perduraba intacto en los siguientes años, hoy no duran ni un par de meses. La velocidad de lo inmediato, de lo efímero, de la consecuencia de un bombardeo consumista que no tiene límites ni desaceleración.
Hoy vemos un Bond andrógino. No se parece a sí mismo. Tiene demasiados atributos copiados de otros contemporáneos (Jason Bourne, Ethan Hawk, Frank Martin) y perdió la fibra. Pedir un Vodka Martini, vestir un tuxedo y lucir un Brioni no es solo ponerle el cuerpo, requiere alma también, intuición, manejo, "angel" y Brosnan tenía todo eso, por ello el smoking, la Walther y el silenciador le quedaban tan bien.
Pero bueno, es lo que hay. Y si queremos volver a las fuentes, siempre tendremos la tranquilidad de refugiarnos en las novelas o en los filmes que en diferentes formatos según los tiempos que corran, serán los depositarios del Legado Bond acuñado durante el milenio pasado.
Quien lo hubiera dicho... Un salto de milenio unido por un personaje famoso y nosotros con el privilegio de ser espectadores de ello...
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