lunes, 7 de enero de 2013

Una Recorrida Por Malargüe - Regalar Te Trae Regalos

Una de las primeras cosas en la que pienso cuando viajo es que voy a traer de recuerdo de ese lugar.
Para hacerle honor al sitio, es imprescindible que sea algo local, tradicional, autóctono. Entonces uno empieza el meticuloso trabajo de prestar atención en las recorridas ubicando casas de artesanías que puedan cubrir esa necesidad.
En Malargüe, la Ruta 40 se transforma en Av. San Martín cuando toca la urbanización. Mas tarde, cuando se aleja, vuelve a ser la mítica 40, pero deja atrás un sin número de historias y gentes que cuando uno la transita en viaje ni se imagina.
Por suerte mi marcha se detenía en esa ciudad particular y de esa forma tuve la oportunidad de recorrer el lugar y sus rincones. De entre todos los que visité pareciera ser que el olfato de escritor y el instinto me depositaron al 300 de la Avenida, en un local amplio, enorme, cargado de miles de trabajos delicados, llamativos, que lo recibe a uno de brazos abiertos ni bien se traspasa la puerta.

Vista de Av. San Martín

Torre del Reloj

El Reloj es una pieza mecánica hecha en México a expreso pedido de la intendencia de la ciudad.

Otra vista de la Avenida.

Los ojos no alcanzan para ver tanto. Mates de cientos de terminaciones diferentes. Exquisitos cuchillos trabajados a mano cuyos cabos son de variados orígenes. Madera, astas, combinaciones con bronces, trabajos en plata, alpaca y peltre. 
Pasa pañuelos, cerámicas, tablas de maderas, tejidos, sombreros, llaveros, agendas de papel reciclado y lápices de colores hechos con ramas de árbol... Imposible recordar todo. Pero lo que no se olvida es la característica común a todos y cada uno de los objetos exhibidos: la delicadeza y la calidad del trabajo que los forjó.
Patricia y Laura Laferte hacen parte de ese trabajo delicado y calificado. No son artesanas en sí, pero su tarea tiene mucho de artesanal: atienden las demandas de los clientes y los tratan como si los estuviesen recibiendo en el living de su propia casa. Su guía experta y conocedora ayuda a recorrer el lugar sin marearse pero a la vez sin perderse nada de lo que hay. Indagan sobre gustos y orientan hacia lo que corresponde. 
La charla con estas simpáticas mendocinas, tía y sobrina me entero en el discurrir de la conversación, es amena y sale sola. Conocedoras del paño e incansables socializadoras, nunca les falta la letra necesaria para que la comunicación no se corte.
Lo notable de esta situación se me pone de relieve solo después de un rato: me doy cuenta de que siempre lo que prima es el comentario justo y medido, preciso, nada falta ni sobra. Por lo general soy más de mirar y que me dejen solo y tranquilo; prefiero encontrar solo sin que me invadan. Esa era la diferencia.
Patricia y Laura estaban ahí siempre que uno levantaba la cabeza, pero jamás iban a interrumpir en el proceso que la curiosidad envuelve al que busca.
Peligroso para el bolsillo y la economía personal... La buena atención empuja a satisfacer todos los gustos que a uno le afloran, la consecuencia es que los objetos se amontonan en el mostrador...
Pero la vuelta de tuerca iba a venir después.
Mientras uno revisa lo mencionado, las chicas invitan con unos alfajores de chocolate que son de antología y habilitan el paso al otro lado del local principal ¿qué hay allí? Una medida pero notable exposición de otro tipo de artesanías. Las culinarias. Dulces en mermeladas de los más variados gustos, puros aceites de oliva que daban ganas de probarlos de la botella, botellas de vinos de autor con etiquetas numeradas y cada uno con su historia propia, escabeches, conservas, alfajores, chocolates... 
Entonces, por cuestiones de trabajo (las chicas están ocupadas adelante) la propia dueña se acerca solícita y no duda en ofrecer todo lo que puede en pos de satisfacer al cliente curioso.
Nilda Quiles lleva las riendas del lugar; es una mujer vivaz, de sonrisa generosa y ojos que expresan el apasionamiento por lo que hace. No podría imaginarla en otra cosa que no fuese rodeada por esa atmósfera mágica de creación y energía vital trasladada a los objetos por quienes los crearon. Es como si el lugar hubiese sido hecho a su alrededor y no a la inversa. 
La simpatía es la misma que vi antes, la medida equilibrada en la atención parece calcada de Patricia y Laura. Y, es obvio. La que marca el estilo es ella.
Como no podía ser de otra forma, la charla sale fácil. Me entusiasmo y pregunto, no me permito perderme la oportunidad de saber y a aprender. Me fascina tener la oportunidad de tomar todo lo que puedo de quien gentilmente me permite conocer como es su cotideaneidad, su trabajo, lo que hace. Pocas veces uno se topa con gente que hace lo que ama y ama lo que hace; y se debe estar atento, esas posibilidades no se dejan pasar.
Nilda es lectora. Ávida y del mismo tipo de literatura que a mí me interesa. Descubrimos que hemos leído a los mismos autores, casi en el mismo momento temporal ¿puede haber más motivos para decir que entrar a ese lugar fue como oír un llamado instintivo? 
Nos despedimos desgranando lo mejor de lo escrito por Wilbur Smith al final de la década de los setenta y quedo en la promesa de regalarle mi novela. No me pierdo la oportunidad de escuchar la crítica de alguien que sabe y puede aportarme mucho...

"Casa de Campo" está al 300 de la Avenida San Martín en Malargüe y si quieren preguntar algo escriben aquí casadecampomgue@gmail.com y lo hacen. 
No se pierda de pasar si va por allá y no le recomiendo que vaya buscando comprar regalos. 
Solo pase y déjese llevar tratando de encontrar cada cosa que mencioné aquí, de seguro se traerá con usted mucho más de lo que usted le traerá a otros.
Como dije al principio, y aunque parezca mentira, regalar trae regalos.
¡Ah...! Un párrafo aparte... Si visita el lugar, no deje de preguntar por Pepe y salúdelo. Se va a recordar de esta nota...

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