La portada que había visto Martín, solo que en este caso es de una edición en ingles. |
1974.
Escuela República de Panamá,
Villa Devoto, Ciudad de Buenos Aires.
En ese año yo estaba en 6to. Grado de la primaria en esa escuela. Uno de mis dos mejores amigos de esa y otras épocas aparece con una noticia reveladora, un lunes de junio muy temprano apenas entramos a clase.
Como si compartiera conmigo un secreto de estado me lleva aparte y me dice:
- Mis viejos trajeron un libro nuevo a casa el viernes – Me cuenta Martín Barracosa, mi amigo - La tapa es blanca y se ve a una mina nadando en bolas y un tiburón mirándola de abajo antes de morfársela.
Eran los meses en que nuestros compañeros de colegio y la mayoría de la gente vivían pendientes del Mundial de Fútbol Alemania ´74, su selección y la naranja mecánica holandesa de Cruyff y compañía.
Nosotros mientras tanto, estábamos absortos en novelas, series de televisión y películas de cine.
Éramos tres, inseparables, irreductibles, totalmente en contra de cualquier corriente, lo cual nos hacía impopulares al extremo frente al resto: Martín Barracosa, Carlos Surra y un servidor.
Nosotros mientras tanto, estábamos absortos en novelas, series de televisión y películas de cine.
Éramos tres, inseparables, irreductibles, totalmente en contra de cualquier corriente, lo cual nos hacía impopulares al extremo frente al resto: Martín Barracosa, Carlos Surra y un servidor.
Carlos era fanático de Aghata Christie, Conan Doyle y la arqueología. Su conocimiento sobre temas de historia, relacionado a egipcios principalmente, era asombroso. Le gustaba hacer de abogado del diablo discutiendo teorías extravagantes como las de Erich Von Daniken y Charles Berlitz.
Tapa y Contratapa del libro "que se me quedó" Notar fecha de impresión del mismo. Así no se arman bibliotecas, eh? Ojo. |
Yo, en tanto, era el apasionado por temas relativos a lo acuático, más precisamente a la exploración submarina y cualquier cosa relacionada al buceo.Lo que el Comandante Jacques Yves Cousteau hacía de su vida y obra, era mi guía espiritual...
En esa línea, leíamos e intercambiábamos tantos libros como podíamos conseguir.
El canje, los prestamos de algunos adultos cercanos y, en la menor medida, lo que podíamos comprar o nos regalaban, eran las fuentes de donde nos nutríamos para estar siempre con algo que leer entre las manos.
En el caso de Martín, siempre tuvimos la suerte de contar con sus padres, Marta y Oscar, como proveedores de buen material de lectura.
Consumados lectores, Oscar fanático de todo lo relativo a la Segunda Guerra Mundial y además maquetista y Marta gustosa de las novelas, eran quienes nos proveían de la mayor parte del material que nos pasaba por las manos. Así, antes de cumplir doce años, leí "El Exorcista" de William Peter Blatty de contrabando, bajo las sabanas, de noche, para que no me vieran.
Todavía conservo ese ejemplar que jamás devolví...
Carlos a su vez, era el que más "independencia" económica tenía de los tres. Ahorraba cada peso que le daban para juntar lo necesario y comprar los libros de Hércules Poirot, Sherlock Holmes y otros personajes célebres que le interesaban.
Y así fue la vida marchando alegre, leyendo y viviendo mil y una aventuras a través del papel, la tele y el celuloide... hasta que de grandes, entrando en la adultez ya, de la misma forma que nos juntó nos separó y nunca más supimos nada uno de otro…
La descripción que Martín hizo de la cubierta del ejemplar fue tan buena y me quedó tan grabada, que aún hoy más de cuarenta años después, no puedo evitar recordar la anécdota cada vez que la veo..
Desde ese momento una especie de ansiedad me invadió mientras esperaba la oportunidad de echarle mano primero, una vez sus padres lo habilitaran al préstamo.
Lo que no sospechaba en ese momento era que tendría que esperar dos largos años para leerlo.
Pero la demora tenía su lado bueno y su lado malo. El malo fue lo de la espera. Lo bueno, fue que cuando lo leí lo hice de un ejemplar mío, regalo de mi Nonna María y traído desde Mar del Plata a modo de presente de viaje y también, como la mayoría de los libros que tengo, aún conservo en excelente estado.
Las de abajo son las cubiertas del mismo...
El canje, los prestamos de algunos adultos cercanos y, en la menor medida, lo que podíamos comprar o nos regalaban, eran las fuentes de donde nos nutríamos para estar siempre con algo que leer entre las manos.
En el caso de Martín, siempre tuvimos la suerte de contar con sus padres, Marta y Oscar, como proveedores de buen material de lectura.
Todavía conservo ese ejemplar que jamás devolví...
Carlos a su vez, era el que más "independencia" económica tenía de los tres. Ahorraba cada peso que le daban para juntar lo necesario y comprar los libros de Hércules Poirot, Sherlock Holmes y otros personajes célebres que le interesaban.
Y así fue la vida marchando alegre, leyendo y viviendo mil y una aventuras a través del papel, la tele y el celuloide... hasta que de grandes, entrando en la adultez ya, de la misma forma que nos juntó nos separó y nunca más supimos nada uno de otro…
La descripción que Martín hizo de la cubierta del ejemplar fue tan buena y me quedó tan grabada, que aún hoy más de cuarenta años después, no puedo evitar recordar la anécdota cada vez que la veo..
Desde ese momento una especie de ansiedad me invadió mientras esperaba la oportunidad de echarle mano primero, una vez sus padres lo habilitaran al préstamo.
Lo que no sospechaba en ese momento era que tendría que esperar dos largos años para leerlo.
Pero la demora tenía su lado bueno y su lado malo. El malo fue lo de la espera. Lo bueno, fue que cuando lo leí lo hice de un ejemplar mío, regalo de mi Nonna María y traído desde Mar del Plata a modo de presente de viaje y también, como la mayoría de los libros que tengo, aún conservo en excelente estado.
Las de abajo son las cubiertas del mismo...
Al terminar 6to grado yo me fui de donde vivía y 1975 me encontró haciendo el último año de primaria en otro colegio lejos de Villa Devoto. No vi más por esos meses ni a Martín ni a Carlos.
Hasta que el día de Nochebuena de 1976 me encuentro en la esquina de la casa de Carlos, camino a la casa de mi tía donde pasábamos las fiestas.
Sin dudarlo un segundo crucé la calle y toque timbre. Por la pequeña ventana que la puerta de calle tenía, vi asomar la cara de mi amigo después de un largo año. De ahí al reencuentro hubo un paso. Y todo volvió a ser como antes.
Ese mismo día, mientras esperábamos los preparativos de la cena, Jorge Jacobson desde el noticiero de Canal 11 mostraba en exclusiva y a modo de adelanto, la escena central del filme que Steven Spielberg había estrenado en mayo del año anterior en EE.UU. y que al día siguiente, 25 de diciembre de 1976, se estrenaba recién en Buenos Aires.
Hasta que el día de Nochebuena de 1976 me encuentro en la esquina de la casa de Carlos, camino a la casa de mi tía donde pasábamos las fiestas.
Sin dudarlo un segundo crucé la calle y toque timbre. Por la pequeña ventana que la puerta de calle tenía, vi asomar la cara de mi amigo después de un largo año. De ahí al reencuentro hubo un paso. Y todo volvió a ser como antes.
Ese mismo día, mientras esperábamos los preparativos de la cena, Jorge Jacobson desde el noticiero de Canal 11 mostraba en exclusiva y a modo de adelanto, la escena central del filme que Steven Spielberg había estrenado en mayo del año anterior en EE.UU. y que al día siguiente, 25 de diciembre de 1976, se estrenaba recién en Buenos Aires.
La película llevaba el mismo nombre del libro que descubriéramos un año y medio atrás y no por casualidad, también era el afiche de publicidad del filme.
“Tiburón”, o “Jaws” en el original, fue la historia que con un planteo tan sencillo como aterrador y antiguo, nos remitía a uno de los miedos más ancestrales que nos atenazan las entrañas desde siempre: flotar indefensos en el agua, sin saber qué cosa nos amenaza desde las profundidades...
“Tiburón”, o “Jaws” en el original, fue la historia que con un planteo tan sencillo como aterrador y antiguo, nos remitía a uno de los miedos más ancestrales que nos atenazan las entrañas desde siempre: flotar indefensos en el agua, sin saber qué cosa nos amenaza desde las profundidades...
Una Máquina de Tragar... y de Hacer Dinero.
Cuando iniciado 1977 el trío se volvió a reunir, todo volvió a ser como antes. Y mejor tal vez.
Éramos más "grandes" y teníamos ciertas ventajas. Una de ellas era el poder juntarnos cada fin de semana y dedicarnos a lo que más nos gustara o quisiéramos hacer.
Una de esas cosas, era recorrer ferias y librerías de libros usados.
En ellas se encontraban las cosas más raras e interesantes a las que podíamos acceder; libros antiguos, títulos descartados, novelas ignotas que para el iniciado como nosotros significaba el inicio de la biblioteca propia, nuestro sueño personal.
Éramos más "grandes" y teníamos ciertas ventajas. Una de ellas era el poder juntarnos cada fin de semana y dedicarnos a lo que más nos gustara o quisiéramos hacer.
Una de esas cosas, era recorrer ferias y librerías de libros usados.
En ellas se encontraban las cosas más raras e interesantes a las que podíamos acceder; libros antiguos, títulos descartados, novelas ignotas que para el iniciado como nosotros significaba el inicio de la biblioteca propia, nuestro sueño personal.
Mantuve viva esa manía través de los años y en una oportunidad, recorriendo los escaparates de algunos locales de los que era ya cliente, encontré en cierta ocasión un libro curioso que causó sorpresa y asombro cuando lo ubiqué en la batea de una librería que no existe más hace largo tiempo.
Se llamaba “Lenz”, estaba en Villa Ballester. Varias veces, debido a cuestiones de alquiler, se había movido de local en local siempre por el barrio y cuando Carlos venía a visitarnos desde Villa Devoto (Martín vivía en Malaver y yo en Chilavert) era visita obligada y larga buscando que llevarnos para leer a continuación.
Ese día me hice de una joya cuya portada se reproduce en la foto: “El Diario de Tiburón”
Una rareza que narra, por la mano de uno de los guionistas del filme, cómo fue la evolución de la producción y el trabajo de filmación de la película y sus desventuras.
La edición del mismo es tan económica, que la ficha bibliográfica obvia el título en idioma original.
La información dice que la primera edición data de 1975 y que fue publicado en esa ocasión por MCA Publishing.
No obstante ésto, la data que el libro encierra es invalorable. A través de los años podemos decir que se convirtió en una pieza de colección. No se que otro libro recoge las vivencias de la filmación tomadas por alguien tan cercano al tema...
La información dice que la primera edición data de 1975 y que fue publicado en esa ocasión por MCA Publishing.
No obstante ésto, la data que el libro encierra es invalorable. A través de los años podemos decir que se convirtió en una pieza de colección. No se que otro libro recoge las vivencias de la filmación tomadas por alguien tan cercano al tema...
Su autor es un reconocido guionista de cine de los años setenta de nombre Carl Gottlieb, que a la vez es actor y participó en el rodaje de la película tomando un pequeño papel para sí.
Se puede decir que el libro es un diario de filmación de la producción de la película. En ella, Gottlieb tenía un pequeño papel como cronista del diario local, quien debe cubrir la noticia del escualo devorador.
Como complemento, Gottlieb se vió involucrado en la redacción del guión del filme por convocatoria directa de Spielberg, cuando algunas cosas no salieron bien y hubo que apagar varios incendios sobre la marcha del rodaje.
La idea entonces es volcar aquí algunos de los datos más interesantes en torno a la producción que inauguró una nueva forma de ver y hacer cine a partir de su estreno. Con "Tiburón", Spielberg inaugura un nuevo concepto en cuestión de cine en el cual comienzan a verse involucrados cantidades de movimientos económicos "satélites" a la taquilla de recaudación, que acaban siendo tanto o más importante que aquella.
En la sucesión de distintas notas, iremos conociendo esos interesantes pormenores.
Se puede decir que el libro es un diario de filmación de la producción de la película. En ella, Gottlieb tenía un pequeño papel como cronista del diario local, quien debe cubrir la noticia del escualo devorador.
Como complemento, Gottlieb se vió involucrado en la redacción del guión del filme por convocatoria directa de Spielberg, cuando algunas cosas no salieron bien y hubo que apagar varios incendios sobre la marcha del rodaje.
La idea entonces es volcar aquí algunos de los datos más interesantes en torno a la producción que inauguró una nueva forma de ver y hacer cine a partir de su estreno. Con "Tiburón", Spielberg inaugura un nuevo concepto en cuestión de cine en el cual comienzan a verse involucrados cantidades de movimientos económicos "satélites" a la taquilla de recaudación, que acaban siendo tanto o más importante que aquella.
En la sucesión de distintas notas, iremos conociendo esos interesantes pormenores.
Pero antes de eso, en la siguiente nota relacionada, me gustaría empezar por aclarar una notable confusión que he descubierto en Internet a partir de datos erróneos y fatales errores de información que me obligaron a hacer un poco de investigación relacionada a las fechas que figuran en archivo respecto del estreno de "Tiburón", tanto en los Estados Unidos como en Argentina.
Mucha de la información relativa a ésto, inclusive la que figura en la Internet Movie Data Base, que es una base de datos mundial que recopila todo lo relacionado con información de producciones audiovisuales, esta equivocada.
Y me parece relevante corregirla antes de avanzar en las crónicas de "Tiburón"; principalmente porque me hicieron dudar de mi memoria... y es algo que no voy a volver a hacer ¿Saben por qué?
Porque la razón era mía en cuanto a recordar perfectamente fechas y momentos.
Pero como las comprobaciones se hacen sobre pruebas, en la siguiente nota comenzaré por aclarar este asunto para luego si seguir el duro camino que Spielberg encaró cuando decidió meterse al agua con "Tiburón"...
HOla!Me ha parecido interesante y entretenido tu blog. Tengo el libro de Tiburon, la primera edicion de 1975, editado en España. La portada tiene un diseño diferente de los que muestras, es un dibujo de un tiburon estilizado con un rastro de sangre muy setentero, la verdad. Te interesaria comprarlo?
ResponderEliminarTe dejo mi email cristinaespino74@hotmail.com
un saludo.