3-
Carlos Szmuckler, apodado “Bigotes”, tenía los rasgos de
un basset hound calcados en sus facciones. Ojos azules de mirada triste y
bolsas que colgaban debajo; rostro alargado, barba siempre crecida de uno o dos
días, labios escondidos tras el bigote del apodo, cabellos de un rubio sucio
planchados sobre la cabeza por falta de higiene. Caminaba encorvado y fumaba
“Camel” de una manera compulsiva. Le importaba tres carajos la apariencia, la
aceptación del prójimo y la atención de las mujeres.
Al prójimo no le daba ni cinco, la apariencia era la que
había. Y si quería la atención de una mujer, la visitaba a Susana en su
departamento frente a “Maluco Beleza”, a unas cuadras del Congreso, y por
doscientos pesos (en una época llegó a agarrarle Ticket Canasta) compraba toda
la atención que necesitaba durante dos horas y media.
A las 17:35 sonó el teléfono. Mensaje de Randale. Sonaba
con el tema de James Bond, y decía: “Reunión de trabajo. Plantel completo.
Equipo estándar. Prepará cena. Chau cuerno”
El chau cuerno identificaba sin dudas que se trataba del
irlandés. El texto escueto y en forma de telegrama decía mucho más que lo
escrito. Daba toda una serie de instrucciones. Pero solo Bigotes y El Irlandés
lo sabían.
Miró por la ventana. El tiempo cambió con la lluvia.
Metió un buzo y varias otras cosas en una mochila. Envió un mensaje que decía
“Preparate. Paso en 30, nos vamos al taller. Hay trabajo” y lo envió al
contacto identificado como “Anchoa”.
Después envió otro a una tal Cynthia, preguntando si la
liquidación de verano ya había empezado; diez segundos después contestaron
“Fijate la vidriera del local”.
Por último, escribió dos notas breves; las guardó en
sendos sobres sin aclarar remitente ni destinatario. Salió de la casa a metros
de Avenida Yrigoyen en Valentín Alsina y encaró por ésta en dirección a la
Capital a bordo de un Fiat Adventure Locker con el ploteo de “Escuela de
Piratería Submarina”, la empresa de Randale sobre prospección y buceo.
El primer sobre lo puso en manos de un limpiavidrios en
Belgrano y Nueve de Julio que por $ 50 se lo cruzó a un rubio con facha de
turista que sacaba fotos del edificio con la cara de Evita, en medio de la
Avenida.
El segundo se lo llevó un canillita en Ayacucho y Santa
Fe a cambio de una revista “Lugares”. Tiró la revista al asiento trasero y
dobló por Santa Fe hacia Plaza Italia. Al 2200 observó el frente de un local de
lencería que estaba casi al final de la cuadra sobre la misma mano que iba. Una
empleada estaba pegando un coqueto arreglo en la vidriera que anunciaba “Summer
Sale Off - 60%”. Tomó nota mentalmente y buscó salir hacia Av. Del Libertador
para encarar hacia zona norte.
La versión electrónica de un viejo tema de “Ráfaga”
identificaba la entrada de mensajes de “Anchoa”. Odiaba la cumbia y todo lo
referente a la tribu que hacía de ella un culto. El nombrado avisaba que iba a
estar donde debía, cuando debía.
Por ahora, todo marchaba bien.
¿Con qué se aparecería el irlandés esta vuelta?
*****
Se suponía que Nino Venturini era policía. También se
suponía que había sido formado como tal. Ambas cosas eran técnicamente
correctas, pero realmente mentiras. En principio.
Recibió un mensaje por el teléfono “especial”; un Sony
XPeria entrado al país vía valija diplomática holandesa, del cual solo había
activos en el país doce. Y todos estaban en manos de gente del grupo de
Venturini.
“Comunicate” decía el mensaje. Venía del contacto
“Jefe”. Dos toques y el teléfono ya sonaba. Atendieron al tercer llamado.
- Nino…
- Jefe…
- ¿Cómo va eso?
- Aburrido.
- Me imagino ¿El resto está con lo del fiscal?
- Correcto.
- Que momento de mierda para elegir cuestionarte…
- Que se le va a hacer. Es así, según Murphy.
- ¿Quién?
- Murphy.
- ¿Quién es? ¿Alguien nuevo? No me avisaron…
- Murphy el de las leyes Jefe.
- ¡Ah...! Un chiste…
Silencio.
- Necesito que vengas. Tengo algo para que te
entretengas. No es oficial, así que vas a poder encargarte mientras no puedas
hacerte cargo de cuestiones de la Unidad.
- ¿Está en Leloir?
- Sí ¿En cuánto estás si salís ahora?
- No sé. Una hora, tal vez menos. Depende como esté el
tránsito.
- Ok, charlamos mientras preparo algo de comer.
- Me trata mejor que mi chica al final.
- Aflojando, que para puto ya hay mucho dando vuelta.
- Si; dentro de un tiempo nos van a señalar a los dos y
van a decir “¡Ahí van esos dos degenerados que les gustan las mujeres!”
- Basta Venturini, movete.
Nino se rio del otro lado.
- No vemos.
Cortó.
Nino sacó el Peugeot 207 de la cochera en Bartolomé
Mitre al 2000, en la misma cuadra del edificio donde funcionaba la Unidad.
Mientras, frente al CENARD, Bigotes ponía las balizas
para hacer un alto y levantar a Anchoa.
*****
Randale se quedó de una pieza cuando vio que “el
colaborador” de Binder era una mujer. Se había hecho de noche más rápido por la
tormenta, pero cuando ella entró, pareció salir el sol.
Tendría treinta años como mucho, daba mayor, pero no
adivinaba porque le parecía. Tenía piel muy blanca y rasgos angulosos, una
sonrisa cautivante y grandes ojos grises que iban muy abiertos. El cabello
abundante le caía en bucles sobre los hombros, aunque notó que lo llevaba
cómodamente corto. Tal vez por trabajar en el agua. Aunque no lo tenía
castigado. Los que pasaban mucho tiempo en el mar debían cuidarse el cabello si
no querían perderlo.
- John Randale, la doctora Juliette Landau. Nuestra
científica de campo.
Se estrecharon las manos. Los ojos de la doctora no se
cerraron ni la sonrisa se borró. Randale se dio cuenta que se parecía mucho a
una actriz de televisión, pero no podía ubicarla.
- Encantado doctora.
- Señor Randale, es un gusto. He oído hablar de usted;
será un placer trabajar juntos.
- ¿Mi currículum me precede? - Dijo incómodo el Irlandés
- No tenía ni idea de que era tan famoso - Y miró a Binder fastidiado.
- Por favor sentémonos. Doctora ¿toma algo?
- ¿Pedimos o algo de acá?
- Lo que quiera.
- Café por favor, con leche para agregar.
- John…
- Me arreglo con lo que hay aquí, gracias. Tengo que
seguir trabajando.
- Como quiera.
Solicitó servicio de habitación y en breve tiempo golpearon
la puerta y entró un joven empujando la mesa que traía café, leche, jugo de
naranjas, tostados y masas. El empleado se retiró tan rápido y silencioso como
había llegado, llevándose veinte dólares de propina en el pase. Randale lo notó
y se lo guardó para sí. No hizo comentario ni demostró interés. Solo tomó nota.
Si Binder repartía billetes a diestra y siniestra tenía un capitalista
importante respaldándolo.
- Por donde quieren empezar - preguntó Binder mientras
se hacía cargo del café de la doctora.
- Supongo que una charla informativa - Arrancó Randale -
¿Qué elementos tenemos que justifiquen mojarnos los pies? Quiero decir, han
hecho algún estudio previo, han chequeado fuentes… Los documentos que me
mostraron dan ciertas pistas, pero solo indicando dónde buscar. ¿Qué certeza
hay de que vamos a encontrar algo? ¿Qué certeza tenemos de que no vamos a estar
a tontas y locas viendo millones de pies cúbicos de agua sin resultado?
- El tema arranca, como la mayoría de las búsquedas, con
un enorme trabajo de biblioteca.
- Sí, me imagino por la cantidad de papeles que vi.
- Es que el punto estaba en chequear datos y especificar
otros. Es un recorrido de migas de pan, por decirlo de alguna forma.
- Indicios que llevan a otros indicios.
- Exacto. Y chequear y volver a chequear y rogar porque
no aparezca una línea alternativa…
- ¿Y cuál es esa línea principal que ustedes siguen?
¿Qué pretenden encontrar? ¿O que tiene ese naufragio en especial que todos lo
buscan?
- El resto no sé. Nosotros tenemos un objetivo muy
especial al que queremos echarle mano - Dijo de pronto misteriosa la doctora.
- ¿Y creen tener pruebas de que lo que buscan está ahí y
no en otro lado?
- Correcto. EL punto es que tenemos que ubicar el lugar
exacto.
- Tengo entendido que las búsquedas que se realizaron
hasta ahora fracasaron. Inclusive un operativo montado por la Armada Argentina
a fines de los noventa. Estuvieron quince días en el agua y no obtuvieron nada.
- Buscaban con datos equivocados - Aportó Binder,
también jugando al detective - Malinterpretaron un par de datos claves.
- Raro - Dudó el irlandés - A ese nivel y que se
equivoquen en detalles…
- Casi siempre ocurre - Aclaró Landau - Pasaron por
sobre el Titanic varias veces años antes de que Ballard lo encontrara en el
mismo lugar que ya habían explorado.
- Le doy la derecha a la doctora; es cierto.
- El error que se cometió es semántico - Aportó Binder
- ¿A qué se refiere con “semántico”? - Quiso saber
Randale
- A Palabras. Confundieron palabras. El nombre del cual
se hace referencia para marcar el sitio donde, supuestamente, hay dos
submarinos. Ahí no hay nada. Se habla de dos submarinos hundidos en Caleta De
Los Loros. Nunca se encontraron porque ahí jamás se hundió ningún submarino.
Hubo avistajes, no hundimientos. El lugar donde está lo que buscamos, es en la
costa de enfrente a Caleta de Los Loros. El lugar se llama Isla de Los Pájaros.
Al no haber otra referencia se indicó Caleta de Los Loros por Isla de Los
Pájaros. Y la misión del último U-Boot, un tercero del que pocos saben, no era
transportar sino guardar.
- Guardar lo que estamos tratando de recuperar - Dijo
Landau
Randale miró a uno y a otro como sopesando lo que
escuchaba. Si lo que decían era cierto, el problema estrechaba márgenes. Solo
era cuestión de posicionarse y relevar en espiral, de un punto hacia afuera.
Más tarde o más temprano darían con el naufragio.
- Por lo que yo veo, no sé cuál será su opinión - Dijo
dirigiéndose a Landau - estamos en condiciones de pasar a planificar el
operativo. No tiene sentido que sigamos hablando aquí.
- Si, me parece bien - Acordó la doctora.
- Creo que nosotros podemos abocarnos a preparar lo
necesario y arrancar. Si para mañana mi gente puede juntar el equipo que vamos
a usar, por la noche podemos estar en Mar del Plata. De ahí zarparemos a
primera hora del día siguiente y estaremos en marcha ya sobre el punto de
trabajo.
- Me parece genial - Dijo Binder con una sonrisa chanta
y restregándose las manos.
Randale anotó algo en una hoja y se la pasó.
- Usted ocúpese de hablar con esa persona. Es mi
abogado. Le explicará que tipo de papeles hay que firmar y cómo y cuánto deberá
ser depositado. Si se resuelve todo mientras nos ocupamos de los preparativos
de mañana, el trabajo sigue su curso. Si surge cualquier inconveniente,
suspendemos hasta resolverlo.
- Estoy de acuerdo - Y le extendió la mano a Randale -
Temenos un trato.
- Tenemos un trato - Aceptó Randale.
Y de mala gana le estrechó la diestra.
*****
Venturini llegó a la quinta de Leloir antes de lo
previsto. La casa estaba a varios metros del portón de entrada enmarcado en dos
gruesos pilares. Todo el diseño era colonial, antiguo, de buen gusto, bien
cuidado a pesar de haber sido construidos, casa y perímetro, más de cuarenta
años atrás.
Dos ovejeros alemanes enormes, jóvenes, aparecieron a
trote lento acompañando al amo cuando éste salió al llamado de la campana que
tañó Nino. El hombre tenía paso corto pero rápido; entrado en años y con una
envidiable figura enjunta, producto de muchos años de buena alimentación
digitada por su mujer. Llevaba la autoridad pintada en la parada.
Le franqueó el paso a Venturini y lo invitó a pasar. Un
apretón de manos firme y seco y se encontraban de camino a la casa. A una orden
del amo, los dos canes se quedaron de guardia en la puerta sin mosquearse. No
le prestaron ni cinco de atención a Venturini; aunque si hubiese hecho un
movimiento equivocado sobre la persona del dueño de casa, los dos le hubiesen
destrozado la garganta en segundos.
La cocina era, tal vez, el ambiente más grande, mejor
provisto y más concurrido de toda la casa. Dos de las cuatro paredes eran
ventanas hasta la altura de la cintura; por debajo de éstas, una mesada
recorría todo el largo. Ollas, cacerolas y utensilios colgaban de las paredes;
había infinidad de frascos llenos de granos, hojas y conservas. Aquí y allá
objetos varios; taburetes, un mueble con un TV de 40 pulgadas, microondas,
horno eléctrico, cafetera y otras yerbas. En el centro, la cocina y a su lado
una gran mesa de madera que más parecía un banco de carpintero, rústico,
grueso, pesado. Un taburete estaba preparado en un lateral con una copa
delante.
El comisario inspector Gattás invitó a tomar asiento y
se calzó el delantal negro y rojo para iniciar el ritual de la cocina.
- Empecé adelantando algo. Espero no te ofenda - Dijo
con un vozarrón profundo pero modulado en volumen.
Tenía el cabello entrecano cortado muy corto, ojos
negros como la noche, nariz prominente y un grueso bigote prolijo, bien
cuidado, que acababa de pintar la fisonomía árabe de una manera impactante.
- No hay problema. ¿Y su señora?
- Nietos. En Martínez. Se va para allá y se queda unos
días. Prefiere lidiar con varios chicos y no con un solo viejo pelotudo y
cabrón.
Hubo risas mientras el corcho de un malbec sonaba a
largada de carrera.
- Mucho alboroto allá ¿no? - Dijo haciendo referencia a
la Unidad.
- Ni idea se da. No hay nadie en la oficina. Están todos
ocupados al tema del fiscal.
Gattás paró de picar cebolla.
- No jodas.
- Así como le digo.
- ¿Y no fueron capaces de reincorporarte estos jodidos?
- No… - Había una resignación profunda en la voz de
Nino.
- No importa; que se jodan. Agarrá eso - Dijo señalando
una carpeta de grueso cartón marrón.
Adentro había una foto de un tipo joven, de rasgos
nórdicos, que empujaba un carrito en el hall de un aeropuerto. Un grueso de
unas veinte o treinta hojas seguían a la foto y en el filo de la tapa había una
etiqueta con datos.
- ¿Quién es?
- Lo conocemos por Rürhe. Viaja con pasaporte noruego.
Legal, aparentemente. Tiene conexiones con células nazis en un par de lugares
de Europa, países del norte principalmente. Habría que echarle un ojo para
saber a qué vino. Pensé que te podías hacer cargo.
- ¿Por adentro o por afuera de la Unidad?
- Me da igual. Pero dado como están las cosas no creo
que pueda ser por adentro… ¿no?
- No. Seguro.
Gattás picaba ingredientes y separaba en pequeños bols.
Venturini siempre se sorprendió de que dominara y le gustara tanto la cocina
árabe como la italiana. Aporte de padre y madre decía el comisario retirado.
- Entró hace unos días y se alojó en un hostel de
Congreso. Pero se fue un día después de registrarse y le perdimos el rastro. En
realidad nadie lo busca por nada en especial, pero necesito que una vez lo
ubiquen vos te hagas cargo de ver que hace, a quien ve. Queremos saber si la
visita es casualidad o tiene relación con el caso del fiscal.
- Me está jodiendo… - Venturini detuvo la copa camino a
la boca y lo miró por sobre el filo.
- ¿Por?
- Poco quilombo tenemos y sumamos gente…
- No sé. No tengo idea si tiene o no que ver con algo.
Pero mejor estar atentos. Para estar boludeando ya están los otros ¿no? Lindo
quilombo se echaron a las espaldas. No va a quedar ninguno, los van a limpiar a
todos. En menos de quince días están todos sumariados y en la casa mirando por
televisión como los disecan para el pueblo.
- ¿Esto es para leer? - Preguntó volviendo a la carpeta.
No tenía ganas de entrar en el otro tema.
- Sí. Te va a ayudar a entender al tipo. Anda
organizando comités y da charlas allá en Europa. Interpol le puso un ojo cuando
un par de muñecos con los que trató aparecieron en ISIS…
- ¡Ah, bueno! Estamos todos…
- Estos pibes, con el quilombo de la revista francesa,
saltaron en los avisos de retenes policiales. Tarde. Habían salido por Turquía
tres meses atrás. Los de allá creen que este muchacho está fichando o
reclutando gente para la causa del Estado Islámico.
- Y viene acá a ver qué onda…
- No sabemos. Eso es lo que hay que averiguar. Donde va,
con quien se ve, cuanto se queda… La entrada acá le fue facilitada por
camaradas locales.
Venturini resopló. Tenía la humanidad un poco saturada
de que vinculen a los organismos de seguridad y defensa a la lacra
nacionalsocialista; pero la historia pesaba.
- Te llevas eso y arrancás mañana mismo. Ahora pasame el
aceite que voy a empezar a dorar estos pedazos de bife de chorizo mientras le
agrego ajo, cebolla y ají. Servite otro vino y cambiá la tele si querés. Yo no
estaba mirando nada.
Y la
velada discurrió entre charla de recetas, cocina y política internacional
vinculada a su trabajo. Jamás hablaban de política local. No era su problema.
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