sábado, 30 de marzo de 2013

Recuerdos de Infancia - "Anteojito" Mucho Más Que Una Revista (Parte 1)

Cuando hago memoria para armar el esqueleto de mis recuerdos, caigo en la cuenta de que hay cosas que son fundamentales como piezas bases del mismo.
Son aquellas pequeñas cosas, como decía Serrat, sobre las cuales se armó todo el andamiaje que vendría después. Sobre el cual se edificó nuestra adolescencia; al cual se agregó el de nuestra adultez, para soportar después de la madurez...
Y como siempre supimos, toda buena edificación se sustenta en sus cimientos.
Hablo de cosas simples; la televisión y nuestros programas preferidos, los juguetes que más queríamos, los lugares que elegíamos para jugar, una prenda preferida o un ritual que teníamos.
Cosas que los adultos que no mantuvieron un niño adentro jamás podrán entender...

Muchas veces (seguro equivocado) pienso cuantas cosas los chicos de hoy se han perdido de vivir en aras del "progreso". Y no me refiero a ese progreso que nos permite vivir mejor, de hecho yo escribo esto desde un elemento portátil que me permite hacerlo desde donde esté, sino al que nos lleva a cambiar hábitos que antaño eran sanos.
Nosotros, los grandes, crecimos en la calle jugando a la pelota, andando en bicicleta o recorriendo el barrio en grupo. Íbamos y veníamos solos al colegio, nos juntábamos después de clases para estudiar y jugar; íbamos a los cines de San Martín o al de Santos Lugares cuando venían las promociones que enviaban a los colegios y, en general, salvo posteriores complicaciones que vinieron, teníamos acceso a elegir nuestra forma de crecer jugando.
Hoy miles de factores hacen que, por ejemplo, los chicos piensen que porque Facebook les muestra una lista de fotos con nombre, cada una de ellas contiene un "amigo". 
Error; trato en vano de explicarles eso a los que tengo alrededor y la discusión lleva ya cinco años sin miras de resolverse.

Entonces, volviendo al tema, ¿cuáles eran o qué había entre esas cosas básicas que componían la esencia de nuestra infancia? 
Sin duda una de las más importantes era una revista que competía con "Billiken" y que con el tiempo se convirtió en ícono de las huestes infantes de la época. Se llamaba "Anteojito" y llegaba a casa por gentileza de "Pajarito", nuestro canillita de cabecera, puntual cada jueves, encontrándola a la vuelta del colegio.

A la Hora de Elegir...

He contado en otra nota como y porque a los cuatro años aprendí solo a leer. Eso generó un problema a mis padres: les demandaba material para satisfacer mi curiosidad. El problema era que darme.
La primera solución vino de la mano de la revista "Billiken". Traía una historieta que a la vez tenía su contraparte en una serie televisiva, y yo me hice fanático de las dos. La serie era "Ultramán" una de las tantas que la T.V. japonesa nos mostraba por aquella época.
Pero para cuando empecé el jardín de infantes la cosa debía cambiar (una estupidez típica de esos tiempos particularmente en mi familia) dado que "Billiken" no contenía material útil a juicio de mi madre principalmente, tenía pura historieta, jueguitos y cosas sin sentido (¡!?) por ende, el cambio se hizo de "Billiken" a "Anteojito" una novedad inexplorada que empezó a aterrizar en casa cada jueves, todas las semanas a lo largo de los siguientes seis años mínimo.

¿En qué basó la sociedad Madre-Abuela el criterio para cambiarme de revista y no haber conflicto a la vista?
Había un enlace tácito entre tres fuentes principales con identificación infantil; Canal 13 fue considerado históricamente como un canal familiar. En su programación estaba el 80% de la T.V. que yo consumía y uno de los elementos centrales de ese consumo estaba vinculado a la revista que me querían reemplazar.
Hijitus era mi debilidad; sus dibujos animados aparecían en la pantalla del 13 a horarios determinados a lo largo del día. Yo estaba pendiente de ellos. Después, cada domingo por la mañana, durante la proyección de "El Club de Hijitus" teníamos la oportunidad de ver todos juntos los micros que se habían dado durante la semana.
Anteojito era un personaje que a veces aparecía en la tira. Él e Hijitus eran una especie de primos hermanos. éste vínculo me enlazaba a todo un conjunto de personajes que tenían un punto en común, su creador, que otro que el genial García Ferré...
Creo que con el primer número de "Anteojito" que entró a mi casa olvidé por completo mi amor por "Billiken".
Lo siento Mono Relojero... Los chicos de la nueva pandilla me cayeron más en gracia.


Toda Una Vida Juntos

El vínculo que los chicos establecieron con esa revista era increíble. Al poco de aparecer había sido adoptada por maestras y madres y de ahí a nosotros había un paso ¿Qué generaba la elección?
Hoy puedo ensayar varias respuestas.
Primero que, como dije antes, había un grupo de personajes que empezó a aparecer en nuestras realidades desde distintos puntos de contacto. Hagan la unión ustedes:
Personajes de Hijitus con Chocolatín Jack; Chocolatín Jack con publicidad en "Anteojito"; Golosinas FelFort (sí las del mismísimo Ricky Fort) publicitaba en "Anteojito"; Firulete y Cañito caras del humor en "El Club de Hijitus", de Canal 13, eran la cara de la publicidad del "Chicle Fort"; Larguirucho, personaje de Hijitus, aparecía recurrente en las historietas de "Anteojito y Antifaz".
A partir de diferentes propuestas, los caminos que recorríamos para un lado o para otro siempre nos hacía encontrar con los mismos personajes... Estábamos rodeados.

Otra de las premisas fundamentales por las cuales "Anteojito" se convirtió en revista de cabecera de toda una generación, incluidos padres y maestros principalmente, es que combinaba una serie de elementos que iban más allá de la simple diversión o la instrucción: "Anteojito" cultivaba VALORES.
Recorrer las páginas de cualquier número a lo largo del tiempo que tuvo de edición, es ver y comprender que la transmisión de valores era sostenida y consecuente en todo momento y situación. Había algo subyacente que no se alteraba a pesar de los cambios en la sociedad. El respeto a las personas que aparecían a los ojos del niño como referentes (padres, maestros, médicos), el respeto a las instituciones, a los símbolos patrios, la mención permanente a los próceres, su revisión, el citar año tras año su obra, hacía que nosotros los lectores no olvidáramos nunca cual era nuestro eje como parte de una sociedad.
Para ejemplificar mejor esto, lo más sano es ir a las fuentes. Iré subiendo material tomado de revistas de mi propiedad que he resguardado de los años y otras que he ido consiguiendo en mi búsqueda de coleccionista.


"Anteojito" Nro. 56, Segundo Año de Edición, Noviembre 4 de 1965

A modo de ejemplo sobre muchas de las citas mencionadas arriba, invito ahora a hacer una recorrida por las páginas de la revista número 56 del 4 de noviembre de 1965.


Tapa de la revista en cuestión. Al pié de la misma aparecía el nombre de Don Manuel


El "¿Saben Anteojitos...?" era una de las primeras secciones con las que nos encontrábamos al iniciar la lectura. En ella el disparador era una pregunta que derivaba en una recorrida explicativa que terminaba dando la respuesta. En el medio, quedaba una larga ilustración acerca de los puntos más destacados del tema propuesto y que, posteriormente, podía servir como apoyo o agregado a lo estudiado en los libros del colegio.
También puede notarse en la columna de la página a la izquierda (10 Puntos) una mención al tema del respeto inculcado a los pequeños lectores, acerca de quienes eran nuestros referentes en la vida cotidiana. Ésa era la importancia que tenían para la sociedad en aquella época y en las páginas de la revista era citado de forma permanente.



En las páginas que se muestran sobre estas líneas se puede ver una de las secciones clásicas de la revista.
"El Prisma de la Vida" era un apartado donde se nos invitaba a reflexionar sobre ciertos aspectos de las cosas. De esta manera, el leer nos introducía sin querer en una instancia superior del pensamiento: el razonar. No solo descubríamos nuevas palabras y conceptos; también con un lenguaje sencillo pero no menos adecuado, se nos daba la explicación que nos permitiera comprender lo que habíamos incorporado.
Pregunten a quienes saben y hoy ejercen como profesionales si no es esta una manera simple y directa de transmitir conocimiento. Así lo hacía "El Anteojito", como se lo llamaba en familia, te enseñaba jugando.


Dentro del aprender también estaba el divertirse. Manuelo fue una de las fotonovelas que apareció durante muchos de los números editados.


Una de las tantas formas de presentar temas de estudio escolar. La revista no solo actuaba como disparador de temas, también aportaba figuras y dibujos que muchas veces utilizábamos para ilustrar tarea en nuestros cuadernos de clase.
Otra forma de introducir conocimiento... La revista conllevaba la picardía de mezclar historietas, juegos y temas escolares. A la hora de leer, uno daba vuelta la página y seguía con lo que venía... En la distracción, y sin chistar ni quejarte, pasabas de la última aventura de Sonoman o Los Tres Mosqueteros a enterarte de como Güemes con un grupo de gauchos había colaborado con la lucha contra los realistas.



Cuando hablaba de que "Anteojito" transmitía valores, a ésto me refería. Lo que aparece a la izquierda es lo que llamábamos "Monedómetro", un ingenioso "juguete" cuya finalidad era enseñarnos a los chicos la costumbre del ahorro.
Vos colgabas en tu habitación este tubo de plástico transparente y le ibas echando dentro cuanta moneda lograbas colectar entre amigos y familia. La gracia era mostrarlo cada vez más lleno y cuando llegabas al tope resultaba que te habías juntado una buena cantidad de monedas que te permitían tener unos pesos para comprarte lo que quisieras. Todo jugando...
Abran la fotografía y lean como estaba armada la publicidad. No olvidemos que era una publicidad del fabricante. "El maravilloso juguete que inculca el sano hábito del ahorro..." Más abajo se hacía notar que la suma que se podía llegar a juntar era de 1.500 $ de la época. Eso equivalía a cinco revistas "Anteojito", es decir, lo que costaba un mes de compra. Y no era poca cosa; como marca el párrafo sobre el logotipo del fabricante "... una apreciable ayudita para el presupuesto familiar".
Al lado (y por más que suene increíble en estos días) se anunciaba el resultado de un concurso que tenía por premio nada menos que dos pasajes vía aérea a Mar del Plata, más una estadía de 10 días paga a cargo de la revista o los auspiciantes que ésta tuviera.
El punto es que la revista había llevado a cabo un concurso convocando a alumnos de las escuelas de todo el país cuya tarea para participar era enviar una composición escrita sobre el tema "Mi Maestra".
Un jurado calificaría a las mejores entregándole a los alumnos ganadores una medalla y una suscripción gratuita por un año de la revista y a los maestros nombrados el viaje citado.
¿Se imaginan hoy proponiendo este tipo de movida en el ámbito escolar?
Sin palabras.




Esta es otra de las curiosidades, vistas desde hoy, que la revista presentaba en cada número.
Una maqueta para armar, recortando las piezas desde sus páginas, pegándolas sobre cartulina o cartón rígido y volviendo a cortarlas para ensamblar sus piezas hasta llegar al modelo terminado.
Nos pasábamos horas de días lluviosos, que nos impedían salir a jugar, armando estos modelos. La construcción de maquetas era un clásico de la época. A lo largo del año, la temática venía dada por las distintas fechas patrias. De esta forma íbamos armando El Cabildo, El Monumento a la Bandera, La Casa de Tucumán, El Cruce de los Andes, La Llegada de las Carabelas de Colón y cuando las fechas escolares se acababan los temas pasaban a juegos como éste o caretas de carnaval, además del pesebre infaltable junto al número 18 Kilates que se acostumbraba a mediados de diciembre de cada año. 


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